VACUUM, de Lukas Jüliger
Esta novela gráfica es el primer libro publicado de Lukas Jüliger, de quien solo sabemos que nació en 1988 y que se formó en la Escuela de Artes Aplicadas de Hamburgo. Hasta el momento, además de la edición original en alemán, ha sido traducida al francés por la editorial Rackham, que también ha publicado en este idioma parte de la obra de Joe Sacco o de Frank Miller, entre otros.
Aparecida en abril de 2014, en una cuidada edición de tapa dura, Vacuum cuenta la historia de un grupo de adolescentes en un periodo específico de una semana (la novela está estructurada en capítulos correspondientes a los días de la semana, pero sólo tiene 5, pues el miércoles y el jueves forman un solo episodio, igual que el sábado y el domingo). Y se trata, como se puede anticipar, de una semana donde ocurren eventos decisivos en la vida de estos jóvenes.
La historia transcurre a comienzos del verano, pero todavía en periodo escolar. El protagonista/narrador es un joven más bien apartado y algo introvertido, criado solamente por su madre, cuyo principal y casi único amigo es otro adolescente aún más retraído, de origen oriental que, en el momento en que nos es presentado, se encuentra en una faceta de autismo causado por el consumo de una planta alucinógena que los dos jóvenes compraron por Internet, pero que afectó particularmente a este personaje. Así que el protagonista se encuentra abandonado a su suerte en un entorno social que le es más bien hostil. Para su fortuna, una chica de su curso, aislada también y extraña a su manera, decide acercársele y terminan en una relación que va evolucionando a lo largo de la historia.
Pero además del retrato realista y sutil de la vida cotidiana de estos jóvenes entregados a la soledad compartida de las redes sociales, los videojuegos y la televisión, Vacuum presenta una línea dramática que al principio parece periférica pero que se va volviendo central en la trama a media que avanza la historia: otro de los compañeros de curso, rechazado también por el colectivo, es expulsado del colegio tras tomarle una foto a la chica más popular de la escuela en el momento en que se encuentra en el baño. Su hermano, mayor decide cobrar venganza y envenena a la chica para luego suicidarse. Este nefasto acontecimiento altera el orden de la escuela, pero los adolescentes, más que traumatizados por las muertes de sus compañeros, las asumen con cierta curiosidad mórbida, llegando incluso a colarse en la morgue para observar el cadáver del joven suicida, quien se convierte en una presencia fantasmal en la imaginación del protagonista.
Así, el relato de Jüliger nos presenta un universo cotidiano enrarecido por eventos y personajes oscuros, que retratan una sociedad donde los jóvenes parecen perderse, en medio del tedio que los invade incluso cuando la muerte los acecha. Tal mezcla de aburrimiento y enrarecimiento lo contamina todo: las relaciones amorosas, las relaciones filiales, la amistad... Se me viene a la cabeza esa fórmula vacía que algunos pensadores, provenientes del mismo entorno cultural al que pertenece esta historieta, han promulgado: la muerte de lo social. Sin embargo, más que muerte, se trata de otra socialidad, fría, automática, asexuada, desencarnada... Para usar otra expresión común, podríamos hablar más bien de una socialidad-zombie, el eco de unos lazos colectivos que persisten en medio del sinsentido.
No obstante, hay en esta historia un vértice de significado, un símbolo en el corazón del relato que, en medio de su ambigüedad, parece decirnos que no todo está perdido, y que el ser humano puede encontrar el sentido en las formas más extrañas, en los rincones más ocultos de la existencia. Se trata de un refugio que la co-heroína encuentra en medio del bosque, en el nivel subterráneo de un refugio escondido. Allí, una espiral de carne enclavada en el suelo les ofrece un vínculo con la tierra a estos jóvenes perdidos. Pero al compartirlo, el símbolo se pierde, y no queda otra cosa que aguardar un destino fatal...
Pues otro revés en la trama nos anuncia un desenlace que no es relatado, apenas anunciado: en un giro que recuerda los eventos de Columbine retratados por Gus Van Sant en su film Elephant (2003), el joven expulsado toma las armas y emprende otra venganza contra sus compañeros de escuela, en un final abierto pero predecible. A través de esta historia, el autor logra retratar la vida marginal de los que se niegan a mimetizarse en los comportamientos estandarizados de los adolescentes contemporáneos, pero también esa sensación generalizada de todo adolescente de que no encaja en los universos que le son predestinados.
Curiosamente, esta historia triste y angustiante es expresada a través de dibujos suaves, incluso tiernos, de trazos tenues que evaden el negro puro, y colores claros, con superficies atravesadas por texturas fibrosas que dan la impresión de un tejido. El autor logra mantener la impresión de que todo su cómic ha sido dibujado y texturizado a lápiz, sin que la colorización afecte la riqueza y suavidad de los trazos. Solo los bordes de las viñetas son gruesos y más oscuros, sin llegar a ser completamente negros. Jüliger juega con la tipografía de los globos, de manera que los correspondientes al narrador son en letra manuscrita (o una fuente tipográfica que la imita), para enfatizar la primera persona del singular que cuenta la historia. Sin embargo, la tipografía escogida a veces dificulta la lectura.
Jüliger es preciso y detallado en la representación de objetos cotidianos, como se puede ver en la magnífica carátula, así como en la ambientación de los espacios interiores, como las habitaciones de los adolescentes, esos micro-universos que lo contienen todo y están, a la vez, vacíos, como el título de esta historieta. También los exteriores, y en particular el bosque, son representados con la misma estrategia gráfica, que transforma su vegetación en superficies mullidas, como de algodón.
Este contraste entre una expresión gráfica atractiva y sutil, y un relato oscuro y depresivo hacen de este cómic un artefacto narrativo particularmente atrayente, que resume esa paradoja de la adolescencia, una etapa donde se busca sin cesar ser atractivos y populares, pero donde se viven los primeros desengaños y las más profundas angustias derivadas de ese infierno que, según Sartre, son los otros.
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