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Mostrando entradas de 2012

Cuatro Jinetes y dos evangelistas: la novela gráfica de Jean-Paul Zapata

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Hace poco asistí a una clase universitaria en la que la profesora les pidió a sus alumnos que describieran un lugar de Bogotá, dándoles la plena libertad para que escogieran el que quisieran. El trabajo era en grupos, lo cual animó a algunos de los muchachos. La mayoría escogió los típicos lugares turísticos (la Candelaria, las Zonas T y G, algunos centros comerciales). Un grupo, sin embargo (el que al parecer estaba disfrutando más el ejercicio, pues reían y hablaban ruidosamente) escogió un lugar que se ha venido haciendo célebre por algunos programas de rumba de canales locales, o por noticias e informes periodísticos que lo han descrito como un lugar nocturno particularmente álgido. La denominación que ha recibido lo dice todo. El trabajo consistía en describir el lugar sin nombrarlo, dando pistas hasta que alguien adivinaba de cual se trataba. Cuando este grupo atípico tuvo el turno, a medida que daban las pistas el curso entero se iba contagiando de la risa cómplice de quien

À bientôt, Moebius

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Jean Giraud, Moebius Hay una cinta cuyo haz se transforma en su envés, y que no tiene ni principio ni fin, pues imita al infinito o a eso que alguien llamó el eterno retorno. Hay un universo que tiene esa forma, y sus entradas y salidas, sus comienzos y sus albores, sus medios y extremos se confunden. En realidad, es un lugar donde estas oposiciones no tienen ningún sentido. Allí todo es punto, línea, trama y vacío. Se trata de un universo silencioso en el que a veces irrumpe la algarabía de los trazos y el color, y a veces un ave, que puede ser un pterodáctilo, o un grifo o un dragón, o una nave espacial o una harpía o una curva de luz, atraviesa sus cielos como el último ser capaz de ser en el cielo. Hay allí ciudades y desiertos, y burbujas flotantes y criaturas subterráneas. Hay mujeres hermosas que caminan desnudas, tan desnudas y plácidas y encantadoras que sólo pueden ser besadas con los ojos, y sólo las pestañas de lectores noctámbulos las acarician. Y allí, en la estancia