NUDO, NUDO Y NUDO: Pere Joan y la experiencia de NSLM

Con esta entrevista inauguramos -y ahora hablo en plural, pues ya hay colaboraciones- una serie de informes sobre el pasado 27 Salón del Cómic de Barcelona, experiencia iniciática y arrobadora para un fanático de tierras lejanas que, como yo, asiste por primera vez a un evento de esta magnitud.

La ventaja de medios como este es que no están atados a la inmediatez de la prensa de actualidad, así que, aunque el Salón transcurrió del 27 de mayo al 1 de junio, nos tomaremos nuestro tiempo para hacer reseñas, comentarios e informes sobre algunos de los artistas presentes, las exposiciones, los acontecimientos.

Y empezamos con una entrevista, fruto del gratificante encuentro con un gran narrador de historias en otros medios, Manuel Barrios, quien tubo la gentileza de ponernos en contacto con Pere Joan, artista, ilustrador y dibujante de historietas nacido en Palma de Mallorca, quien no sólo ha desarrollado una obra personal y de gran riqueza y sobriedad estilística, sino que además ha estado a la cabeza, junto con su gran cómplice, el dibujante Max, de proyectos editoriales fundamentales para el cómic independiente de España y del panorama internacional en general, como la revista Nosotros Somos Los Muertos (NSLM) o Inrevés Editions, que ha publicado en castellano a autores como Julie Doucet, Max Andersson y Mattotti, y en catalán el afamado Maus de Art Spiegelman. Pere Joan es, además, una magnífica persona, que nos concedió un tiempo muy grato dentro de la apretada actividad del salón.

En la formulación de las preguntas participa también Eduardo Forero, artista gráfico e ilustrador, cuyo agudo ingenio no le impide ser, como Philip K. Dick, un ávido observador de chicas.


NUDO, NUDO Y NUDO

Las Hilanderas (L. H.) ¿Cómo describirías tu trabajo, tu modo de narrar historias a través de imágenes estáticas?

Pere Joan (P.J.) Yo trabajo casi sin personajes, para mí es más importante el tono con que se cuentan las cosas y la parte gráfica, que la narratividad, el esquema clásico de planteamiento, nudo y desenlace. Me caracterizo por estar en un estadio indefinido de géneros, de estilos y del tipo de historias que cuento. Mis relatos son intimistas, reflejan más lo que pasa en el interior, que lo que podría salir en la portada de un periódico como noticia. No es que no me interesen las historias tradicionales, pero creo que puedo contar mejor otras cosas. Siempre pienso qué le voy a dar al lector, como si fuera un amigo mío al que voy a regalarle algo, y me pregunto qué es lo que no tiene, para dárselo. Esto puede ser una sorpresa para el lector, a veces una sorpresa agradable si logra entenderlo, si está dentro de su capacidad de comprensión o de interés; por otra parte, puede que le desconcierte. Un amigo me dijo alguna vez que mis historias no tenían introducción, nudo y desenlace, sino que eran nudo, nudo y nudo. Me parece una buena definición, aunque hay que tener en cuenta que los nudos están hechos, generalmente, de más de una cuerda.

No trabajo para cuestiones inmediatas, excepto en mi labor de ilustrador. Entonces estoy al servicio del trabajo de otros. También es verdad que hago trabajos de encargo donde me someto un poco a dar un aspecto agradable a lo que otros escriben, al mensaje que otros quieren transmitir.

L.H. Gracias a esto has tenido la posibilidad de desarrollar múltiples estilos.

P.J. Sí. Cuando me preguntan: ¿cuál es tu estilo?, puedo responder que mi referente directo es la línea clara del cómic franco-belga de los años cincuenta, sesenta y setenta incluso; también me gustaba mucho Moebius. Ahora bien, en los contenidos estoy en otra cosa, me acerco más a lo poético, a la narración como música o como ideas, me interesa más contar ideas que contar historias, esto lo tengo muy claro.

L. H. En ese sentido, ¿vas desarrollando simultáneamente dibujo e historia?

Sí, para mí es un problema plantear la historia y luego dibujarla. A veces pienso que no trabajo de manera profesional, porque un profesional tiene que marcarse unos pasos y cumplirlos, en cambio yo fluyo un poco, que es más el trabajo del poeta que el del novelista. Esto es más común en el cómic más vanguardista, más experimental. En mi caso, si mi estética es la de la línea clara, en los contenidos me aproximo más a, por poner un ejemplo, el tono de David Lynch. Es decir, historias con varias capas, en donde no se sabe con precisión de qué se está hablando, pues se está hablando de más de una cosa, a través de una serie de resonancias simbólicas. No me interesa contar una historia que pueda resumirse en una sola frase, como la mayoría de las historias que leo o veo en el cine o la televisión. A mí me interesan las frases subordinadas, que no se puedan resumir, pues tienen múltiples niveles, como las capas de una cebolla.

De hecho, cuando hice mi penúltimo álbum, de carácter personal, de autor, ya desde el título se veía su nivel simbólico: se llamó Azul y Ceniza, que mezcla dos cosas diferentes: un color y una materia, una asociación que sólo puede entenderse de manera simbólica. En este caso partí de una historia que creí sería comprensible: me propuse contar historias de gente que ha sacrificado su vida inútilmente por grandes ideales, y las desarrollé a través de recursos como el reportaje de personas que cuentan sus experiencias. Sin embargo, al mismo tiempo introduje subhistorias que no se sabe si son sueños, si son la representación gráfica de los pensamientos de los personajes o representación abstracta de las ideas que se expresan en el álbum. Ahora esta mezcla me parece un poco excesiva, y tal vez desconcierte al lector, pero a mí me da un poco igual; esta es mi parte del pastel, es mi propuesta y la entrego a mi manera.

L.H. ¿Cómo has logrado que este tipo de creaciones tan personales hayan sido recibidas por las editoriales, el mercado y el público?

Fue un poco casual, como casi todo lo que he hecho. No me puse en la tarea de visitar editoriales, tal vez sólo una vez, cuando encontré la revista Cairo que empezó en los años ochenta en España y estaba bien, pues se inscribía en una estética cercana a la mía, con referentes similares de la escuela francobelga, los herederos de Tintín, muy de los años cincuenta, pero que contaba otros temas provenientes del ámbito cultural de España en los años ochenta, cuando entró la modernidad a este país: una mezcla de frivolidad, intensidad y profundidad.

Al cerrarse esta publicación, la historieta en España entró en una deriva extraña que no permitió desarrollar todo este potencial alcanzado a lo largo de la década. Se trató de una deriva hacia la ilustración, en donde podías decir más cosas en menos espacio, y además tenías encargos mejor pagados que en un cómic, así que la historieta se desvió hacia ámbitos más marginales, cosa que nunca pretendimos.

Yo entiendo el cómic como un producto contradictorio, que oscila entre lo popular y lo vanguardista. Este cruce de caminos es lo fantástico de la historieta, y en mi trabajo he procurado o bien hacer cómics de encargo bien pagados -a veces con mi propia empresa, en la cual se buscan proyectos que tengan un sentido social o cultural interesante-, o bien desarrollar mis trabajos personales, que se publican cuando se puede, en ocasiones autoproduciéndolos, sólo o en compañía de otros, como los delincuentes.

L.H. ¿Así surgió la revista Nosotros Somos Los Muertos (en adelante, NSLM)?

Exacto, este fue un proyecto que surgió con la complicidad de Max. En principio, no tenía la pretención de ser una revista sino un grito. Pero tuvo tal acogida entre los autores de cómic y entre cierto público, que surgió la posibilidad de continuarla, hasta el punto de llegar a convertirse en una de las cuatro o cinco revistas de cómic independiente existentes en el mundo en su momento, junto con Drawn & Quarterly (Canadá), Blab (EEUU), Lapin (Francia) o Estrappazin (Suiza).

De esta experiencia me queda la satisfacción de que en el hámbito español hemos logrado algo que suele suceder en las formas de expresión independientes o alternativas, tanto en el cómic como en la música o en el cine: abrimos una puerta que no estaba abierta y por ella luego entraron muchos más. Pues cuando no se publicaban cómics de autor en España a principio de los noventa, nosotros lo hicimos, historietas más secas, más densas, más serias al mismo tiempo. Luego la gran industria empezó a publicar cómics así. en seguida publicamos novela gráfica, formato que no se editaba en España, o que sólo había publicado La Cúpula o El Vívora, y nosotros. Esto también se replicó en la industria y ahora es una cosa que funciona muy bien. Cuando has logrado esto, te puedes retirar, para que otros continúen. Es un proceso natural.

La revista NSLM ha funcionado vinculada a la editorial Inrevés y la gran dificultad ha sido, como siempre, la distribución. Afortunadamente, nuestra publicación goza de unas conexiones internacionales muy interesantes gracias a Max, quien se ha vinculado a una especie de internacional alternativa del cómic, en una red de contactos en todo el mundo.

A este respecto, yo creo que no hay en otra profesión esta complicidad y fidelidad que se da entre los autores y fanáticos del cómic. No existe entre los escritores, ni entre los poetas, por ejemplo. Gracias a esto, gozas con la ventaja de que solicitas un trabajo a un artista de cualquier parte del mundo, independientemente de su fama o reconocimiento y le dices: "tengo sólo 50 euros para pagar esta página" y acepta sin mayores requiebros. Así, para citar un caso concreto, llamábamos a Chris Ware y nos enviaba páginas suyas.

Yo asistí a un concierto de Neil Jung, que me encantó, pero no puedes pedirle a este músico que te regale una estrofa o una partitura suya, pero en el cómic sí puede llegar a darse: somos menos, somos más pequeños, y eso produce un fantástico sentido de comunidad y compromiso. La gente se mueve dentro de sus posibilidades, sólo por estar ahí, cuando cree que debe estar ahí. Y gracias a esto se han podido hacer publicaciones de inrevés, la gente ha solicitado la oportunidad de publicar algo incluso cuando no existía la posibilidad de dar al autor ningún avance por derechos como hay ahora, cuando empezamos a parecernos a otra industria.

Esto hace que nos comprometamos en nuestras ediciones. Nos hemos pasado mucho tiempo rotulando cómics para cada autor, que en muchos casos no tenían una tipografía hecha, así que a mí me ha tocado, por ejemplo, adaptar la grafía de Anke Feuchtenberger, que a cada letra E le hace cinco rayas orizontales, y las D las pone al revés, para su publicación en NSLM. Y en muchos otros casos hicimos este trabajo de adaptación gráfica, para autores que nos cedían su obra por lo mínimo. Así que hacemos lo que haya que hacer para que la cosa funcione, así hemos funcionado: cuando hace falta encender un fuego o apagar un incendio, pues vamos y lo apagamos. Pero tampoco mantenemos el fuego siempre. Se trata de abrir y de cerrar cuando toca. Y eso es lo que ha pasado con NSLM.

L.H. A propósito de esto, la revista no se edita desde 2007. ¿Han pensado resucitar a los muertos?

P.J. No, los muertos murieron, volvieron a nacer, estamos vivos, somos un fantasma, pero yo creo que no. La gente nos lo dice a veces, pero el fruto está dado y ya está, ha crecido de otra forma. Hay algunas revistas nuevas, y ha surgido esta tendencia del Surrealismo Pop, a través del cual el cómic ha entrado a las galerías de arte, un cómic muy Artie, próximo a la pintura y a la ilustración, o a la experimentación gráfica que también fue impulsado desde NSLM. En el mercado actual se ven los frutos.

L.H. ¿Cómo ves ese panorama de la actualidad para la historieta?

P.J. Para el lector, ahora es un momento excelente. Nunca había habido un momento tan potente en el cómic como ahora, hay muchos géneros y públicos muy diversos, tienes mucho de dónde escoger. Ahora el problema es que no tienes dinero suficiente para comprarte todo lo que te gustaría: hay reediciones fantásticas y lo indie se ha hecho natural.

Sin embargo, para mí hay un déficit, que es el de las revistas. Yo soy un partidario y siempre he sido un defensor del formato de la revista. Por eso hicimos NSLM. Porque en estas publicaciones das la posibilidad a los autores de crecer frente al público poco a poco, sin tener que esperar a terminar un álbum entero (que te puede llevar incluso años de trabajo) para llegar a los lectores.

Y para el editor o el director de la revista también es una gran oportunidad, pues estás creando una opinión, estás desarrollando un producto a través del cual generas ideología y teoría con la selección que haces y creas una tendencia. Una revista crea un panorama y al mismo tiempo genera opinión, brinda información, y por supuesto, presenta historietas nuevas. A mi pesar, el público ahora prefiere el formato álbum, comicbook o novela gráfica. Y esto es algo que no se puede cambiar por decisión propia, pues ha sido fruto del diálogo y la dinámica entre la industria, el público y los autores. Yo extraño la modestia de la grapa y del quiosco, para mí era encantador ir al quiosco y encontrar una revista, hace muchos años semanal, luego mensual, y ahora si acaso trimestral.

Por otro lado, hay otro factor del panorama actual que me preocupa particularmente, y en el que coincido con Art Spiegelman, quien ha sido un referente para nosotros con su revista Raw. Este artista se quejaba, según me contó Max, de la tendencia a separar la parte estética, que ha derivado más hacia la ilustración y la galería de arte, y la parte narrativa, que se ha impuesto en el formato de novela gráfica.

Al mirar las publicaciones de los últimos años, creo que es verdad que hay muchos álbumes en las que los dibujantes no aportan una creatividad gráfica, pues le dan más importancia a la narración, a lo que cuentan. Tal vez es por una cuestión de economía laboral, en tanto dicen: voy a contar una historia de más de 150 páginas, así que no me romperé el coco desarrollando una estética compleja, sino que la pongo en función de la narración. Pero ante esto yo siempre me pregunto: ¿será que entre esas 150 páginas puedo extraer una imagen de la que me haría un póster? Y no la encuentro, porque es una estética rápida, muy efectiva, al servicio del plano narrativo pero que no aporta otros niveles visuales o plásticos.

El único que lo ha hecho en los últimos años para mí es Chris Ware, que ha conjugado el diseño, la narración, el icono, la palabra, la tipografía, todo. Este sí que es un creador. Porque muchos otros autores de novela gráfica se han quedado sólo con la novela. ¿Y la parte gráfica? ¿Es creativa? No, está supeditada a lo que cuentan. Como dibujante espero la potencia del dibujo, que la gráfica cuente más a otros niveles. Yo tengo una colección de miles de dibujos hechos a lápiz y me autoedité algunos en Inrevés Editions. Es una publicación llamada Tingram, con un dibujo suelto, hecho a lápiz, de cuaderno de bocetos, pero que no son bocetos sino obras cerradas, donde se cuentan cosas a lápiz. Esta potencia narrativa que yo intento, a través de cápsulas concentradas de sentido, no la encuentro en la parte visual de muchas novelas gráficas.

No obstante, está muy bien que haya esta época de transición ahora, donde prima la narración de formato largo, muchas páginas donde se puede desarrollar una historia, unos personajes, no sólo el héroe, expresar ideas y trabajarlas de otra forma. Además esto ha creado nuevos lectores, la historieta ha entrado en las librerías generales, la gente a la que le daba vergüenza pasearse con un cómic ahora camina con una novela gráfica, y esto crea un feedback que es interesante, hay un público nuevo o un público recuperado, y esto siempre es de agradecer.

La página web de Inrevés, donde se puede adquirir la revistaNSLM:

http://www.inreves.com/


Eduardo Forero, correalizador de esta entrevista.

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